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Un buen maridaje de vino con queso eleva sin duda, la experiencia de cata. Con este post te ayudaremos a realizar las mejores combinaciones para lograr el maridaje perfecto de vino y queso.
El Vino y el Queso: El dúo perfecto
La combinación del vino y el queso viene impregnada de tradición, cultura y una profunda apreciación por la calidad y la artesanía. Sea cual sea la ocasión, la regla principal de este maridaje clásico sigue siendo la misma: «no dañes» el sabor del vino.
Conseguir que el sabor del queso no invada el sabor del vino es un arte, donde puedes crear combinaciones increíbles que querrás disfrutar una y otra vez.
Aprendamos lo fundamental
En un maridaje de vinos y quesos acertado hay que encontrar sabores y texturas complementarios que funcionen armoniosamente juntos en el paladar y para ellos tendremos que seguir ciertas pautas:
Al servir el queso es importante que se haya sacado del frigorífico al menos 60 minutos antes de servirlo, y alcanzar así la temperatura ambiente, lo que ayuda a apreciar plenamente sus sabores y aromas. Por otro lado, el vino se tiene que servir siempre a la temperatura adecuada. Los distintos tipos de vino se disfrutan más a unas temperaturas concretas, y esto puede tener un impacto significativo en la experiencia general de cata.
Cuando se trata del proceso real de maridaje, es importante tener en cuenta las características tanto del vino como del queso. Por ejemplo, a la hora de maridar vino y queso, es beneficioso tener en cuenta la intensidad de los sabores.
Una regla general que funciona es igualar la intensidad del queso con el cuerpo del vino. Vamos a explicártelo:
Los quesos más ligeros y delicados se adaptan bien a los vinos blancos de cuerpo ligero, mientras que los quesos más atrevidos y complejos combinan a la perfección con los vinos tintos de cuerpo pleno.
La textura del queso también importa. El juego que se crea entre la cremosidad, firmeza o desmenuzabilidad del queso con el tacto del vino es un detalle importante para conseguir un buen maridaje. Intervienen también factores tan sensoriales como los aromas del queso y del vino que pueden complementarse o contrastar entre sí, añadiendo otra capa de complejidad al maridaje. Teniendo en cuenta estos principios básicos, incluso los neófitos en la materia pueden crear combinaciones agradables que resalten las mejores cualidades de cada elemento.

En la variedad está el gusto
Maridar vino y queso según sus respectivos tipos es una forma eficaz de garantizar una combinación armoniosa. Por eso te vamos a presentar unos ejemplos:
Los quesos frescos y suaves, como la mozzarella o el de cabra, suelen maridar bien con vinos blancos crujientes y ligeros. Las características limpias y refrescantes de estos vinos complementan los sabores sutiles y delicados de los quesos, dando como resultado un maridaje equilibrado que resulta inmensamente placentero. En cambio, los quesos curados y envejecidos, como el cheddar curado o el Parmigiano-Reggiano, suelen ligar maravillosamente con los vinos tintos de cuerpo pleno. La riqueza y complejidad de estos vinos hacen frente a los sabores robustos de los quesos, creando una experiencia gustativa satisfactoria.
No podemos olvidarnos de los quesos semiblandos, como el gouda o el havarti, encuentran su maridaje perfecto en los vinos blancos de cuerpo medio o los tintos de cuerpo ligero. La versatilidad de estos vinos les permite complementar las texturas suaves y cremosas de los quesos, realzando sus matices de sabor. Para terminar, te recomiendo maridar quesos cremosos y decadentes, como el brie o el camembert, con vinos espumosos, como el champagne o el cava, es una combinación clásica y deliciosa. La efervescencia y acidez de los vinos espumosos cortan la riqueza de los quesos, limpiando el paladar con cada sorbo.
La temperatura importa
Tanto el vino como el queso tienes que servirlos a temperaturas adecuadas, siendo esto esencial para que el maridaje sea un éxito.
En el caso del vino, te recomiendo servir los blancos fríos. La mayoría de los blancos de cuerpo ligero a medio se disfrutan más a temperaturas entre 7 y 10 grados centígrados, mientras que los vinos blancos de mayor cuerpo se benefician de temperaturas de servicio ligeramente superiores, normalmente entre 10 y 13 grados centígrados. En cuanto a los vinos tintos, los tintos ligeros y de cuerpo medio sírvelos ligeramente frescos, a unos 13 grados centígrados, mientras que los tintos de cuerpo medio a completo suelen disfrutarse a temperaturas ligeramente superiores, de unos 15 a 18 grados centígrados. Estas franjas de temperatura permiten a los vinos expresar todo su abanico de aromas y sabores, garantizando una experiencia de cata más agradable.
Otro elemento crucial es servir el queso a la temperatura adecuada para apreciar plenamente sus cualidades. Aunque es habitual guardar el queso en el frigorífico, te aconsejo sacarlo unos 60 minutos antes de servirlo. Dejar que el queso alcance la temperatura ambiente permite que sus sabores se desarrollen plenamente y que sus texturas se ablanden, lo que da como resultado una experiencia de cata más compleja y agradable. Si se ajustan las temperaturas de servicio del vino y el queso, es posible crear un maridaje más armonioso y redondo, en el que las características individuales de cada elemento puedan apreciarse plenamente.
Hora de cierre
En resumen, el arte del maridaje entre vino y queso se basa en encontrar el equilibrio entre sabores, texturas y aromas. Desde la elección cuidadosa de cada elemento hasta la atención a las temperaturas adecuadas de servicio, estas pautas ofrecen una guía sólida para crear experiencias gastronómicas memorables.
SELECCIÓN
Blancos ligeros y crujientes
SELECCIÓN
Blancos de cuerpo medio
SELECCIÓN
Tintos de cuerpo ligero
SELECCIÓN
Tintos de cuerpo pleno